miércoles, 18 de junio de 2008

La vida bajo los bombillos


Estaba en casa, esperando que se acabara el domingo, respirando un aire pesado que anunciaba lluvia. Al principio no prestó atención, pero se fueron multiplicando los pequeños cuerpecitos cayendo sobre sus piernas, más pesados que hormigas, más livianos que moscas. Poco a poco comenzó a perturbarse, eso sí, completamente negada a mirar.
Siempre ha despreciado a la mayoría de los insectos, pero no por las patas ni las antenas, en realidad le cuesta imaginar cerebros en cabezas tan pequeñas. Tantas veces se ha peguntado como alguien –algo- puede llegar a clavar su aguijón sin ganas de herir. El daño por el daño, la herida por la herida.
No le importaba nada, y aunque quería seguir quieta en ese tiempo particular del domingo, no pudo ignorar un ruido leve y seco que provenía del ventilador. Volteó a ver si algún papelito del envoltorio de los cigarros se había deslizado hasta la rejilla, pero no. Pensó luego que el motor estaba sufriendo una avería de esas que comienzan por un ruido imperceptible y que culminan con aspas, botones y cables enredados entre cartones le leche y huevos podridos.
Aunque nada sabía de mecánica de electrodomésticos, ese ruido no era de metal contra metal, pero, terca, quería seguir sin estrellarse contra una de las muestras más contundentes de estupidez. Entre la lámpara de su habitación y ella había una densa nube de polillas. Se golpeaban furiosas contra el cristal del bombillo, caían sobre la piel blanquísima sus cuerpos sin alas, y las otras, tontas, que conseguían escapar de la tentación de la luz absoluta, atravesaban contra toda predicción la corriente de aire y se mutilaban entre las aspas de metal en una carrera desesperada por no presenciar la lluvia.

1 comentario:

Viandante dijo...

Cuando te decidas a escribir tu "prima novela",madrugaré para tener la primera edición.
No sé si me gusta más tu voz de narradora o la de amiga, pero definitivamente, no es la misma. Y he allí la prueba irrefrutable de tus dotes como narradora.
Escribe más, no demores tanto!