martes, 23 de octubre de 2007

Días de marcha


Desde hace algunos años sigo una rutina en fechas como hoy. El día anterior prendo el televisor para saber cuál será la ruta de la marcha. Planifico mi itinerario en función de que ninguna de mis diligencias se vea entorpecida y al salir en la mañana me voy a trabajar muy contenta, con la certeza de que llegaré temprano a casa porque como no tengo carro, en días de marcha tengo una buena excusa para regresar temprano. En el transcurso del día escucho las noticias, casi con desgano, y en la noche le doy una última revisada al noticiero. Esa es la persona que quiero ser… pero la verdad… la verdad es que en la noche tengo la esperanza de que esa convocatoria de manifestación llegue a mucha gente, rezo un rato para que no llueva porque los venezolanos no marchamos bajo la lluvia y me acuesto a dormir un poco inquieta. En la mañana me voy a trabajar con miedo de que haya muertos, pero al mismo tiempo con fe en que esta vez sí. Busco el noticiero con ansiedad y al llegar a casa me acuesto decepcionada de que una vez más la marcha no haya llegado a su destino, de que no haya pasado nada, de que las cosas sigan en este infernal círculo infinito que no se le antoja convertirse en cuadrado, en rombo o en cualquier otra figura.
Algunas veces, sola, me he acercado a las manifestaciones -venciendo el miedo terrible que me dan las multitudes. Sola me siento más segura y sola no tengo que escapar del ridículo. No tergiverso los términos, ridícula es la esperanza de que la gente despierte, es tan ridículo como pensar que en la frase “Patria o muerte” va a levantarse Venezuela de sus propios escombros como el ave fénix y la muerte será una metáfora. Pero la muerte es indiscutiblemente literal y los que se mueren de hambre se seguirán muriendo, mientras los tres gatos que marchan gastarán suela de zapato con el costo adicional de la ansiedad de los que esperamos del otro lado del televisor, porque aunque caminemos ahí, aunque respiremos gases lacrimógenos, seguimos estando del otro lado.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

También podrías llamar a lo que escribes "la marcha de los días". Relamente plantea una panorama gris. No revela ninguna fe. Sólo se desea éxitos. Se encomiendan rezos. Y eso hace más triste la situación. Me parece que tu escrito describe un momento del alma de cierto sector de la juventud Venezolana. Quizas sería la mejor fotográfía social para la aparición del "grunge" venezolano. En todo caso es encomiable que aun desde la desazón puedas escribir. Ninguna sociedad se levanta desde frases... menos aun si esas frases no tienen la historia que las tejieron como tales. Pero me parece que "Patria o muerte" no es la única frase a poner en cuestión. "Eramos felicez y no lo sabíamos" también podría ser otra. Hablas de gastar zapatos y noto un desdén por las prácticas colectivas (aparte de una natural y respetable actitud de mantenerte al márgen de ellas). PEro así como veces se gastan los zapatos no cae mal la opción de tratar de ponerse en los zapatos del otro... de los otros. Como trato ahora de ponerme en los tuyos porque tampoco salí a ninguna marcha por tener gripe y sentir que veces... dejar que el día pase es la mejor manera de hacer que el mañana llegue.

Tu capitán Coscacho.

Viandante dijo...

Mi querida Dendrita,
No me gusta el regimen, tampoco me gustan las marchas que no conducen a ninguna parte, y aunque el exilio me alejo de ese tipo de marchas (porque aquí en México a cada rato hay y tampoco sirven para nada), comprendo tu malestar.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Ante todo, tu nombre: Dendrita me suena a neurona que se interconecta con todo, maravilloso aunque fuera de lo común. Hablemos de tu escrito.
Ya no voy a marchas...no creo en ellas....es una energia que se transforma en cansancio....mientras mas veo en la tele esas marchas, creo más en la ultraderecha....extrema? siii....
Veremossss? o quedaremos ciegos??
Luz al final del tunel??
Ja! Òptimismo solo veo en el trabajo interno del cambio de conciencia de los que viviemos aca...

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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